A lo largo del día respiramos unas 21.000 veces, por lo que se termina considerando a la respiración como un acto banal que controlamos a la perfección. En situación de reposo realizamos entre 12 y 15 respiraciones veces por minuto y en cada una se moviliza más o menos medio litro de aire. Sin embargo, en la práctica deportiva todo cambia. Se tiende a estar más concentrado en el esfuerzo que en la respiración, lo que es incorrecto.
Mejora tu rendimiento
El objetivo de una correcta respiración en el entrenamiento es principalmente optimizar el gasto energético de nuestro cuerpo durante el mismo. La respiración aumenta para dejar entrar más oxígeno en el organismo y así incrementar la producción de energía, esencial para realizar un ejercicio físico.
En una situación de ejercicio muy intensa, la frecuencia respiratoria puede llegar a las 40 o 50 respiraciones por minuto. En ese momento, respirar por la nariz te ayudará a optimizar el rendimiento, la resistencia y los niveles de energía después del ejercicio.
La nariz hace mejor de filtro que la boca, por lo que, en general, es mejor inspirar por la nariz y espirar por la boca tanto al aire libre como en un recinto cerrado: gracias a la membrana mucosa de la nariz, el oxígeno llegará más limpio, caliente y seco a los pulmones. Inspirar por la boca elevará tu ritmo cardíaco y te provocará más fácilmente fatiga y mareos.
Cada deporte requiere un tipo de respiración
En actividades cardiovasculares (carrera de fondo, natación, marcha…) la respiración debe ser regular, no forzada y rítmica. Por eso, será el ritmo del ejercicio el que marque el ritmo respiratorio.
En la musculación se espira en el momento del esfuerzo, es decir, en el momento en el que se levantan los pesos o los elásticos. Y se inspira en la fase de relajación y de recuperación. Aunque esto es una norma general; existen situaciones que requieren de un gran esfuerzo y en las que contener la respiración es una opción a tener en cuenta.