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¿Rompemos un mito?

La grasa. Palabra que angustia, atormenta, y que crea en los oyentes una psicosis colectiva en una sociedad a la cual le han bombardeado a lo largo de lustros, para convencerla de que la grasa es el enemigo fatal, causante de la mayor parte de las enfermedades, etc.

Pero, afortunadamente, la medicina por fin ha aceptado que la grasa no es el gran responsable de los ataques cardiacos, ni de la hipertensión, ni de la ateromatosis; como tampoco lo es de la presencia de ese flotador antiestético alrededor de nuestra cintura.

El National Institutes of Health (Instituto Nacional de la Salud) en EEUU, dividió a 148 personas sanas en dos grupos.

– Un grupo siguió una dieta baja en grasas.

– Otro grupo siguió una dieta baja en carbohidratos y alta en grasa y en proteína.

Al cabo del año se vio que, sorprendentemente, los participantes que siguieron una dieta baja en carbohidratos y alta en grasa y proteína (la segunda), perdieron más peso, más grasa y ganaron más masa muscular que los del grupo 1, con la dieta baja en grasa.

Eso sí, ambos grupos bajaron sus niveles de colesterol en sangre, pero los de la dieta baja en carbohidratos redujeron su nivel de triglicéridos y aumentaron su nivel de colesterol HDL (el bueno).

La fórmula de Framingham, Instituto Americano fundado en EEUU en 1948, cuyo ambicioso proyecto de identificar factores de riesgo de enfermedades cardiacas, descubrió un método que calcula el riesgo de sufrir un ataque al corazón en los próximos 10 años.

A los participantes del experimento que les hicieron seguir una dieta baja en carbohidratos y alta en grasa y proteína, vieron reducido su riesgo; mientras que los que siguieron una dieta baja en grasa, no.

La importancia de este estudio es monumental. Se está desmontando pieza a pieza la hipótesis lipídica, una teoría que la ciencia médica asumía sin reservas como verdadera, y que es la causa de que exista comida baja en grasa en el supermercado, y en última instancia, de que la gente cada vez esté más gorda y enferma.

Por los años 70, en EEUU, en donde los casos de infartos cardiacos se multiplicaban, se extendió la opinión médica que bajar el colesterol en sangre reduce el peligro de padecer enfermedad cardiovascular y de arteriosclerosis. Ésta última consiste en la formación de placas, como montañas pequeñas, relieves en las paredes de las arterias; pero si las placas son grandes, los vasos sanguíneos terminan por obstruirse. Si se corta el riego sanguíneo a un tejido durante más de cinco minutos, el tejido muere. Es al final lo que le ocurre al corazón durante un infarto: parte del músculo cardiaco muere por falta de riego.

Pero, ¿por qué se forman esas placas en las arterias? El colesterol LDL (low density level), de baja densidad (el malo), se acumula en las paredes de los vasos sanguíneos, se oxida y es atacado por los “leucocitos”, los glóbulos blancos. Si no llega a tiempo el otro colesterol, el HDL, el bueno, el de la densidad alta (high density level), a limpiar llevándose la grasa, se forma una placa de glóbulos blancos muertos, colesterol y cristales de calcio. Esta acumulación es la que obstruye las arterias.

Es decir, el problema surge cuando hay altos niveles de colesterol malo en forma de LDL, y bajos niveles de colesterol bueno en forma de HDL. El colesterol no es malo por sí mismo, es una molécula esencial para el funcionamiento de tu organismo.

Al ver que el colesterol tenía que ver con la enfermedad cardiaca, aunque de refilón, entonces los médicos decidieron bajar el colesterol en sangre. Para conseguirlo, hay que comer menos comida con colesterol (grasas) y así habrá menos colesterol en sangre, y por suerte suya, se descubren las estatinas, los medicamentos más vendidos del mundo, y que son las famosas pastillas para hacer descender el colesterol junto con las restricciones: nada de embutido, nada de huevos ni mantequilla, no leche entera, no queso, no carnes rojas, y tome esta dosis diaria de estatinas durante el resto de su vida.

-Y resultó un fracaso-

Reducir el colesterol, sea por medio de la dieta o por la administración de estatinas, no reduce la mortalidad de los pacientes, y puede aumentarla.

Son los azúcares los principales causantes del aumento del colesterol LDL (el malo). Y por otro lado, se ha comprobado que las grasas insaturadas hacen aumentar el colesterol HDL (el bueno).

Casi todas las directrices nutricionales recomiendan que el 30-35% de nuestra energía provenga de la grasa. Las grasas insaturadas cuidan la salud porque contienen nutrientes esenciales para nuestro bienestar. Por eso, es mejor seguir consumiendo grasas de mayor calidad que eliminar toda la grasa de la dieta.

¿Quieres cuidar de tu corazón y adelgazar?

Deja los cereales de desayuno. Come huevos con bacón.

No mueras de un ataque al corazón, anda…

Sí. La grasa no es culpable, ¿qué tenemos que hacer para reducir el riesgo de morir de un ataque al corazón? Muchos de los consejos habituales siguen siendo válidos, y hay otros nuevos:

1- Limita o elimina de tu vida el azúcar, las harinas, las pastas, los churros, los cereales de desayuno, las bebidas azucaradas, los pasteles y pastas, las bollerías y chuches, y toda clase de porquerías que atiborran a los niños y niñas creando los futuros enfermos, y zumos de fruta de botella. Son los precursores de la grasa en tus arterias y en tu cintura.

2- Haz deporte aeróbico, y si es de alta intensidad mejor, por lo menos 3 veces por semana.

3- Come fibra, sobre todo en forma de verdura y fruta.

4- NO fumes, y tómate un copa de vino tinto diaria. El resveretrol que tiene el vino tinto le encanta a tu corazón, a tus arterias y venas.

Acuérdate que nada tiene que ver la grasa con el peso. Y no te estreses, porque cuanto más estrés, más radicales libres produces, y eso hará que tu colesterol malo se oxide, y eso es el comienzo de la enfermedad cardiovascular.

zesis

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